Fracasar es parte de nuestro propio aprendizaje. De hecho, Nunca podríamos haber aprendido a andar si no nos hubiéramos tambaleado antes.

Sin embargo, muchas veces nos ocurre que, ante lo que consideramos un error, nos sentimos decepcionados e insatisfechos con nosotros mismos.

La sensación de fracaso depende de las expectativas que teníamos en aquello que nos resulta importante y, de forma constante, puede llegar a ocasionar un miedo continuado que nos impida focalizarnos en nuestras metas.

Por ello, es importante aceptar cómo nos sentimos y permitirnos vivir todas las emociones que afloran en nosotros cuando percibimos que fallamos. Porque sí, fallar duele.

Cuando existe dolor es valioso escuchar qué nos dice. Está ahí por algo ¿no? Y en esta escucha debemos preguntarnos qué podemos aprender de ello.

Son los errores los que nos hacen crecer y sin ellos la vida no tendría mucho sentido.