Al igual que la locomoción, la comunicación es un proceso automático presente en el ser humano.

Sin embargo, cuando te autoobservas en demasía, probablemente este proceso se vea afectado y se convierta en algo no tan automático.

Haz esta prueba: observa cómo andas mientras lo practicas.

Quizás, esta observación te lleva a dar algún trompicón o incluso que tu marcha es forzada.

Esto mismo ocurre con el habla. Cuando ponemos el foco en cómo lo estamos haciendo, es posible que cometamos errores o nos trabemos.

Las inseguridad a hablar en público parte del miedo a equivocarnos, a recibir críticas por parte de otros, o sentirnos rechazados por los demás.

Este miedo parte de otras experiencias donde también te has sentido de esta forma.

Tener claro que es el miedo el que está actuando en estas situaciones, es clave.

En este sentido, una estrategia que puede ser útil es decirle a este miedo que se mantenga en un segundo plano.

No es cuestión de eliminarlo (de lo que hablaremos en otro post), sino dejarlo a un lado y fijarnos en lo que queremos transmitir. 

Sería importante generar una lista de situaciones que nos generan de menos a más miedo e ir focalizándonos en objetivos cada vez más complejos. 

Recuerda, cuando menos hábito tienes de hablar en público, más miedo habrá a la larga, por lo que la práctica es esencial. 

Cuando empieces por aquello que te resulta más fácil, comprueba el beneficio de expresar tu opinión y prémiate por ello. Cada paso es un acercamiento hacia lo que gustaría conseguir.

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