No hace mucho que la Prevención de Riesgos Laborales forma parte de nuestro día a día en el ámbito laboral. Es más, el concepto de prevención es relativamente moderno puesto que, aunque su origen se remonta a principios del siglo XX, no se empezaron a desarrollar políticas orientadas exclusivamente a la prevención de riesgos laborales así como, la aplicación de una ley que protegiera especialmente las condiciones de seguridad y salud de los trabajadores hasta aproximadamente la década de los 90.
Antes de entrar en materia deberíamos conocer exactamente en qué consiste la prevención de riesgos laborales, de ahora en adelante PRL.
En primera instancia, entendemos que la PRL es un conjunto de actividades o medidas adoptadas en todas las fases de actividad de la empresa con el fin de evitar o disminuir los riesgos derivados del trabajo; estos riesgos son entendidos como los daños que puede sufrir el trabajador como consecuencia de la práctica normal de una actividad laboral. Con el desarrollo y perfeccionamiento de la normativa a lo largo de los años este concepto ha adquirido relevancia profesional y social, algo que, obviamente, beneficia al estado en el que se encuentran los trabajadores.
Sin embargo, no podemos olvidar que la concepción de “prevención” actual nos conduce automáticamente a un daño físico, es decir, tangible. Estaríamos, por tanto, olvidando una parte importante del ser humano, aquella que, aunque invisible, repercute directamente en la salud de los trabajadores. Hablamos de la mente.
La salud mental es el motor de la vida, es por ello que numerosos estudios han demostrado que las condiciones psicosociales del trabajo combinadas con altas demandas laborales están íntimamente relacionados con determinados problemas de salud mental. Además, el hecho de no reflexionar sobre ciertos hábitos rutinarios que tenemos puede desembocar en estados ansioso-depresivos de los que probablemente no seamos conscientes. Es fundamental ser consciente de la situación lo antes posible puesto que no afecta únicamente a la percepción de nuestro desarrollo habitual de tareas sino que puede llegar afectar a nuestro ámbito personal causando estragos, a veces, insostenibles.
Siendo honestos es mucho más sencillo lidiar con un problema visible o un daño sufrido por un accidente de trabajo que tener un trastorno de la salud mental como consecuencia de una mala gestión del clima laboral, el sometimiento a elevados niveles de estrés o acumulación de conflictos en el puesto de trabajo (acoso, discriminación, aislamiento, etc.).
El establecimiento de medidas preventivas por parte de las empresas es fundamental para erradicar este tipo de problemas desde su inicio o, al menos, una vez que se han originado que no sigan en crecimiento. Desde la Inspección de Trabajo aseguran que el derecho a la integridad física y psíquica es fundamental para el correcto desarrollo, no solo de la empresa sino del trabajador como individuo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como: “un estado de bienestar en el cual el individuo se da cuenta de sus propias aptitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, puede trabajar productiva y fructíferamente y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”. Un dato a destacar es, además de la ansiedad y la depresión que ya se encontraban ocupando los primeros puestos de enfermedades a nivel mundial para el año 2020, el reconocimiento del síndrome de “Burnout” o síndrome del “trabajador quemado” como enfermedad profesional.